En el ecuador de la campaña electoral del 26 de junio de 2016 (tras la frustrada XI legislatura que arrancó con las pasadas elecciones del 20 de diciembre y concluyó sin acuerdo para formar gobierno), los auto-llamados Líderes de las cuatro principales formaciones políticas, siguen jugando al gato y al ratón con los intereses de los ciudadanos.

Mariano Rajoy se encastilla en sus pasados y seguramente futuros resultados electorales que convierten a su partido, el PP, en la primera fuerza en votos y parlamentarios (diputados y senadores). Indicando a todos los presentes que lo sensato es que le apoyen o se abstengan para que su política y el mismo, sigan gobernando España (sin comentarios…)

Albert Rivera avanza decidido a morder el cuello de su rival directo, el PP. Finalmente ha dejado claro que no votará ni apoyará ni se abstendrá ante un gobierno  presidido por Mariano Rajoy; significando de esta manera la ligazón entre su partido Ciudadanos y la lucha contra la corrupción y la ineficacia.

Pablo Iglesias se presenta con todo el viento a su favor: una campaña electoral muy bien diseñada, un mensaje tranquilo pero contundente contra la injusticia social y la desigualdad de las políticas de gobierno, y un mensaje claro al PSOE para construir juntos un gobierno de izquierdas tras haber llegado a un acuerdo histórico con IU para sumar juntos en coalición como UNIDOS PODEMOS.

Pedro Sánchez se queja amargamente de no ser presidente del gobierno debido a «una pinza» entre el PP y PODEMOS. Exije que Iglesias debería haber apoyado su acuerdo con Ciudadanos y haberle hecho presidente; sin preguntarse porqué no intentó realmente un acuerdo con PODEMOS. Dice que va a ganar y cree que esta postura es la coartada perfecta para no mojarse, como le piden desde PODEMOS y decir cual va a ser su política de pactos tras las elecciones (en las que todos los sondeos de intención de voto coinciden en que PODEMOS será la segunda fuerza en votos y diputados pasando el PSOE al tercer lugar).

Pedro Sánchez se equivoca y arrastra con él a un partido lleno de militantes y buenas personas que, siendo socialistas o socialdemócratas, asisten resignados a este espectáculo de desprecio a la inteligencia. Los votantes y ciudadanos a la vez, son muy inteligentes, de hecho son la población más culta que jamás ha votado en España. Además se suman al censo de diciembre pasado cerca de 300.000 nuevos jóvenes electores con los que el PSOE lleva años sin poder conectar.

No creo en los profetas, creo en la capacidad de analizar, investigar y formular escenarios posibles a partir de las condiciones e intervenciones que se hagan para cambiar la realidad. Por eso acerté, como en otras ocasiones,  cuando en abril de 2015 escribí en este blog el post sobre las razones de la izquierda. La cuestión es que no quiero acertar ahora.

Sólo hay un escenario posible para salvar a los más necesitados, a los jóvenes y mujeres, a los pensionistas y parados de larga duración, a los profesionales, autónomos y pequeños empresarios de este país: la negociación de un programa de gobierno y del gobierno en sí entre PSOE y UNIDOS PODEMOS. Un programa para los próximos cuatro años que revierta las condiciones de desigualdad, precariedad e injusticia actuales. Aparcando las cuestiones soberanistas que, como diría Abraham Maslow «tienen que ver con necesidades de orden superior y que al no estar cubiertas aún las de orden inferior, pasan a ser secundarias».

Lo demás es cuento y hacer el juego a los poderes económicos contrarios a la mayoría. ¿O es que ahora la socialdemocracia es eso y no nos hemos enterado?